Piensa en esto: cuando te regalan un celular te regalan un pequeño infierno sonoro, unas esposas de silicio, un calabozo de ring tones. No te dan solamente el celular, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es el último modelo, con cámara digital, tecnología bluetooth y MP4 incorporados; no te regalan solamente ese menudo buchoncito que engancharás a tu cinturón y pasearás contigo. Te regalan –no lo saben, lo terrible es que no lo saben- un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que enganchar de tu cuerpo con su funda como un bracito desesperado colgándose de tus presillas. Te regalan la necesidad de cargarle la batería todas las semanas, la obligación de que esté encendido para que siga siendo un celular; te regalan la obsesión de atender a cada musiquita que suena en un colectivo, la obsesión por las promociones de tarjetas, el tenerlo siempre a mano para asegurarte de que lo escuches. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca tan pedorra como las otras, te regalan la tendencia a comparar tu celular con los otros celulares. No te regalan un celular, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del celular.
PD: Quiero pedir disculpas a dos personas. A papá, porque me hizo el regalo, que espero se dé cuenta de que las líneas de arriba las escribí con una sonrisa. Al maestro, por el absoluto y completamente descarado plagio, que espero hacer pasar como homenaje.