Publicado por primera vez en 1979, esta original ¿novela? del escritor italiano es uno de mis libros favoritos. Sobre todo por una experiencia personal, rarísima, que tuve mientras lo estaba leyendo, y que aquellos que hayan leído el libro me comprenderán cuando digo que fue increíble. Para los que aún no hayan tenido el placer, se los recomiendo fervientemente y les comento de qué se trata.
Si una noche... podría haber sido un cuento de Borges, escritor al cual Calvino reconoce admirar: es la historia de un Lector que comienza a leer diez novelas, cada una excluyendo a la anterior. ¿Qué significa esto? Pues bien: que si primero, el Lector comienza leyendo una historia caracterizada por su oscuridad, el no saber bien qué pasa, la “novela de la niebla”, la siguiente será la novela plena, la plenitud de los sentidos, las descripciones, la plenitud del afuera. Y la siguiente viene a ser una novela simbolista, la plenitud del yo, el adentro. Y así sucesivamente. Es posible que en esta obra Calvino exponga más que nunca su modo de escribir en general tal como él mismo lo define: “A veces busco concentrarme en la historia que quisiera escribir y me doy cuenta que aquello que me interesa es otra cosa, o sea, no una cosa precisa sino todo eso que queda excluido de la cosa que debería escribir; la relación entre aquel argumento determinado y todas sus posibles variantes y alternativas, todos los acontecimientos que el tiempo y el espacio pueden contener”[1].
Mientras se nos cuentan diez comienzos para diez historias distintas, pero con un argumento similar, también se nos cuenta la historia de los Lectores: cómo adquieren el primer libro, cómo descubren que hay un error de imprenta en su copia y deben ir a cambiarlo a la librería, donde les informan que todos los ejemplares están fallados y les dan uno “bueno”, pero que es una historia diferente, que luego que se ponen a leer el segundo volumen éste tiene páginas en blanco, después intentan buscarlo en una biblioteca, pero está el primer capítulo suelto, etc. La idea es que, por diversos motivos (cada vez más inverosímiles) las novelas siempre se interrumpen después de unas pocas páginas. Es divertido y desesperante a la vez.
¿Por qué quedé tan sorprendida cuando leí este libro? Se dio la inmensa casualidad de que justamente mi volumen de Si una noche… estuviera mal encuadernado, interrumpiéndose en el medio de la narración tal como les sucedió con los suyos respectivos a los Lectores protagonistas. Por supuesto, no pude menos que dudar si no sería todo a propósito, un artificio más del libro y no una mera casualidad. ¿Estaba hecho así, debía repetir la lectura de las páginas 125 a 140? ¿A todos los ejemplares les faltaban las mismas páginas? ¿O había un error de impresión intencional pero distinto en cada uno? Pero no. Lanzada (como el Lector, como la Lectora) desesperada a la búsqueda de la continuación del libro que tanto me había atrapado, yo sí pude terminarlo. Me considero absolutamente afortunada y privilegiada porque me haya tocado justo a mí esta experiencia hasta donde yo sé, inédita.
Si una noche de invierno un viajero… es un libro caracterizado por la metatextualidad, es decir, el texto que habla de sí mismo. Especialmente recomendado para aquellos que disfrutan de la literatura no como un pasatiempo, sino como una pasión.
Si una noche... podría haber sido un cuento de Borges, escritor al cual Calvino reconoce admirar: es la historia de un Lector que comienza a leer diez novelas, cada una excluyendo a la anterior. ¿Qué significa esto? Pues bien: que si primero, el Lector comienza leyendo una historia caracterizada por su oscuridad, el no saber bien qué pasa, la “novela de la niebla”, la siguiente será la novela plena, la plenitud de los sentidos, las descripciones, la plenitud del afuera. Y la siguiente viene a ser una novela simbolista, la plenitud del yo, el adentro. Y así sucesivamente. Es posible que en esta obra Calvino exponga más que nunca su modo de escribir en general tal como él mismo lo define: “A veces busco concentrarme en la historia que quisiera escribir y me doy cuenta que aquello que me interesa es otra cosa, o sea, no una cosa precisa sino todo eso que queda excluido de la cosa que debería escribir; la relación entre aquel argumento determinado y todas sus posibles variantes y alternativas, todos los acontecimientos que el tiempo y el espacio pueden contener”[1].
Mientras se nos cuentan diez comienzos para diez historias distintas, pero con un argumento similar, también se nos cuenta la historia de los Lectores: cómo adquieren el primer libro, cómo descubren que hay un error de imprenta en su copia y deben ir a cambiarlo a la librería, donde les informan que todos los ejemplares están fallados y les dan uno “bueno”, pero que es una historia diferente, que luego que se ponen a leer el segundo volumen éste tiene páginas en blanco, después intentan buscarlo en una biblioteca, pero está el primer capítulo suelto, etc. La idea es que, por diversos motivos (cada vez más inverosímiles) las novelas siempre se interrumpen después de unas pocas páginas. Es divertido y desesperante a la vez.
¿Por qué quedé tan sorprendida cuando leí este libro? Se dio la inmensa casualidad de que justamente mi volumen de Si una noche… estuviera mal encuadernado, interrumpiéndose en el medio de la narración tal como les sucedió con los suyos respectivos a los Lectores protagonistas. Por supuesto, no pude menos que dudar si no sería todo a propósito, un artificio más del libro y no una mera casualidad. ¿Estaba hecho así, debía repetir la lectura de las páginas 125 a 140? ¿A todos los ejemplares les faltaban las mismas páginas? ¿O había un error de impresión intencional pero distinto en cada uno? Pero no. Lanzada (como el Lector, como la Lectora) desesperada a la búsqueda de la continuación del libro que tanto me había atrapado, yo sí pude terminarlo. Me considero absolutamente afortunada y privilegiada porque me haya tocado justo a mí esta experiencia hasta donde yo sé, inédita.
Si una noche de invierno un viajero… es un libro caracterizado por la metatextualidad, es decir, el texto que habla de sí mismo. Especialmente recomendado para aquellos que disfrutan de la literatura no como un pasatiempo, sino como una pasión.
[1] Calvino, I. Seis propuestas para el próximo milenio, Editorial Ciruela.